
Daniel Fernández a los 92 años venció el Covid
octubre 22, 2021Yo recibí esta enfermedad con mucha tranquilidad y mucha paz, porque yo pensé: bueno, si me tocó me tocó, porque el tiempo ya está presente, son 92 años y los días del hombre son 70 y 80 para los más robustos. Entonces que voy a pedir yo al Señor, no le puedo pedir más porque estoy conforme a su voluntad.
Daniel Fernández tiene noventa y dos años. Este hombre que ha visto pasar cinco generaciones se encontró de pronto luchando contra una enfermedad tan diabólica como el covid-19. Pero Daniel no se considera un hombre ordinario, sino un apartado de Cristo Jesús. Es decir, es cristiano, y cuando digo que es cristiano, es porque para él no hay otro credo en su vida que: hágase su voluntad así en la tierra como en el cielo.
Fernández ha pasado por diversas aflicciones a lo largo de su vida, y cuando parecía que ya no vendrían más, se le apareció el coronavirus. Una mañana al levantarse se sintió muy débil. De pronto se desplomó al piso. No tenía fuerza para levantarse. Cuando por fin lo pudo hacer, camino un pequeño trecho y se volvió a caer, se volvió a levantar tan sólo para verse otra vez en el suelo.
Entonces presintió que algo andaba mal. Por sus propios medios se trasladó a un ambulatorio (CDI). Fue atendido y dado de alta inmediatamente. Pero al llegar a la casa de su amigo, donde vía en la ciudad de Maracay, su amigo al verlo pidió una ambulancia y fue llevado al hospital principal. Al cabo de un rato, luego de realizarle varios exámenes le dieron la noticia que se había contagiado del covid-19 y que lo iban a hospitalizar.
Fue admitido en una habitación con otros dos pacientes, cuyos estado de salud eran verdaderamente preocupantes. Dado su avanzada edad y los signos de debilidad fue tratado con el rigor del caso. Eso, sí, con mucho escepticismo por su edad y estado físico. Pero entendieron que estaban tratando con un hombre de una fortaleza mental realmente sorprendente. Con un hijo del Dios viviente, como el mismo se definió.
De inmediato lo trataron con los antivirales que disponían en el hospital y con antibióticos que le fueron inyectados de forma intravenosa para acelerar el combate contra la enfermedad. Pese al cansancio, fatiga y la fiebre, Daniel Fernández, nunca perdió la coordinación de sus pensamientos ni tuvo dificultad para respirar.
Los primeros 10 días de esta enfermedad son claves para determinar si el sistema inmunológico de la persona contagiada responde a los ataques del virus. Los médicos y el personal de salud que atendían esa área del hospital no tardaron en encariñarse con el profesor Fernández como cariñosamente lo llamaban, ya que parecía una biblioteca ambulante por el conocimiento que poseía.
En la mañana cuando regresaban a su turno de guardía y se acercaban al cuarto de Daniel Fernández, tenían el presentimiento que los esperaba una mala noticia. Pero pronto una alegría triunfal los invadía a todos. Ahí estaba ese pequeño hombre, casi un despojo humano por los rigores del virus que le hizo perder peso, pero con una lucidez enorme. Al principio pensaban que tanta charlas y predicación de Dios eran consecuencia de que el virus había penetrado el cerebro y le había hecho perder la razón por la edad, pero el personal de enfermería, los corregía y le comentaban que el profesor todas las noches les predicaba la palabra de Dios y que ellos aprovechan para preguntarle dudas que tenían acerca de la Biblia.
A los seis días de estar hospitalizado, médicos pudieron controlar la fiebre y la tos. Los exámenes de hematología milagrosamente mostraban que la cuenta blanca había subido hasta la normalidad, así como los valores de neutrófilos, eosinofilos y los linfocitos, así como las placas del tórax y bilateral. Era algo realmente asombroso en un lugar donde lo común era que de esa sala los pacientes terminaban en la UCI y los más favorecidos duraban un mes para ser dado de alta. El profesor Daniel ni siquiera requirió de una mascarilla para respirar. Finalmente fue tanto su evolución que la junta médica los diez días decidieron darle de alta con tratamiento en su casa.
¿Profesor Daniel qué conclusiones saca usted después haber superado el covid?
“Yo recibí esa enfermedad con mucha tranquilidad y mucha paz, porque yo pensé: bueno, si me tocó me tocó, porque el tiempo ya está presente, son 92 años y los días del hombre son 70 y 80 para los más robustos. Entonces que voy a pedir yo al Señor, no le puedo pedir más porque estoy conforme a su voluntad, como dice el padre nuestro: hágase su voluntad así en la tierra como en el cielo Pero también lo conceptualizo en el sentido que Dios me prolongó la vida para que termine su obra, porque la tarea que me ha puesto mi Señor a mí no le agrada mucho a los hermanos: los tiempos que estamos viviendo, la desobediencia que hay ahorita en el pueblo de Dios, por eso es que estamos viviendo la contra cultura, por ello denuncio a las iglesias que están metidas de lleno en la política, ya que esto va en desacuerdo con lo que nos dice la Biblia.”
-¿Cómo vio usted manifestarse la gloria de Dios, porque predicó en su lecho de enfermo ?
“Todos los días las personas que estaban trabajando en el área donde yo me encontraba entre las 8 y diez de la noche se concentraban alrededor mío, porque sentían hambre de la palabra de Dios. Me preguntaban el significado de cada Parábola de Jesús. Y como el Señor me ha puesto escudriñar bien su palabra con discernimiento y como me dio varios dones: el de discipular, predicar, evangelizar y de concejería, pude responder a sus requerimientos.
-¿Usted estaba con tratamiento, con las venas tomadas, acostado, aun así pudo sacar fuerza para predicar?
“Yo sabía que la fuerza venía del poder del Espíritu Santo, porque en esas condiciones en que yo estaba no podía ser otra cosa. Yo siempre me mantuve con buen ánimo, lo cual no me hacía sentirme enfermo. Me sentía enfermo físicamente porque no tenía fuerzas, pero me sentía fortalecido en espíritu, porque le estaba cumpliendo al Señor, haciendo la función de un siervo de Jesucristo”
-¿En algún momento se siento abandonado por Dios?
“En ningún momento, porque yo ya había llenado los requisitos y eso me compromete con la voluntad de Dios. Yo vivo mientras el Señor quiera que yo viva, hasta que me use para su obra, y después bueno, amén, gloria a Dios”.
¿Usted se sentía como el apóstol Pablo, que había ganado la buena batalla?
“Yo siempre les he dicho a mis hermanos que yo me identificó con el apóstol Pablo, pero en cuanto a la batalla, todavía no lo he sentido, porque eso se siente. Cuando Pablo lo dijo es porque el Espíritu de Dios le había hablado. Yo puedo decir que siento que sigo en la batalla mientras este aquí y estoy seguro que cuando llegué el momento es porque ya se ha terminado la obra de Dios en mí”.
-¿Dios lo trajo de vuelta, cuál es el mensaje que usted le da a las persona que sufren de esta enfermedad?
“Les puedo manifestar que esta pandemia no es algo natural, porque si así lo fuera, a estas alturas habrían encontrado soluciones para esta situación que tienes patas para arriba al mundo entero. Por lo tanto debemos entender los que creemos en Cristo Jesús, los que tenemos esta fe poderosa, que todo esta bajo el control de Dios y que la Biblia es una enseñanza para vivir la vida, que nos enseña que debemos actuar y tener prudencia, no confiar en nosotros mismos. Por lo que yo les recomiendo tomar las medidas necesarias para no ser contaminados, pero lo más importante es estar sirviéndole a Dios, porque aun sirviéndole no tenemos como pagarle al Señor el sacrificio que hizo por nosotros, pero tal es su gracia con sus hijos que siempre extiende su misericordia y bondad hacia sus escogidos”.
TEXTO: M.H